Querido Verano:

En esta nueva era, donde somos testigos de las crestas de luz, calor y energía que nuestro astro Sol nos ha enviado recientemente, dicho evento solar irrumpe en la escena de nuestra disertación para traer a nuestra mente al elemento fuego. Ese, que todo lo consume, que es imparable, que sus lenguas todo lo devoran implacablemente y, que al hacer combustión, a su paso todo se transforma en humo y que exacerbado nos lleva a esa idea de devastación, lo que también nos pone frente a la idea de la materialidad y lo efímero, lo que se transforma ante su combustión en humo, y que bien dirigido y contenido eficientemente se transforma en pasión, en luz que combate a la sombra, en energía vital, bondad y calor humano. Así, podemos afirmar que aquello que se considera único, distinguido, portentoso, luminoso, brillante, que levanta pasión es similar al concepto de lo que hoy conocemos como “lujo” y que a menudo también se entrelaza con el arte. Así es como surge un evento de brillos y resignificado incomparables: «Alas de Oro, de Lujo», una exposición que no solo muestra pinturas, sino que pretende mostrar la luz sobre las sombras, acompañando al visitante del museo a cruzar la entrada de una puerta que lo transporte a una experiencia sin límites ni paralelos, recordándonos que la verdadera esencia del fuego que habita en nosotros es el lujo de la vida y que nada de ello tiene que ver con la acumulación de cosas, autos, casas, objetos, que en 100 años dejarán de existir como nosotros en esta tierra, sino en la capacidad de reconocer el brillo, la exuberancia de cada uno de los seres y elementos que habitan la Tierra y al abrir los ojos celebrar la belleza que es inherente al arte y la inmensidad de todo aquello que con ese fuego interno se nos vuelve accesible y por descubrir.

La Exposición «Alas de Oro, de Lujo» se muestra ante nosotros como un escenario cósmico donde la bastedad y lo excéntrico que es inherente al glamour no sólo se sintetiza como opulencia material sino como una riqueza en el interior de cada uno de nosotros dada por un profundo anhelo por la bondad y el aprecio cautivador de la belleza que se refleja en las obras, por medio de la exhibición que ahora se fusiona con las salas del Museo Quinametzin de Santa Lucía, en dónde no terminamos de ver lo lejos que viene todo eso, que ahora tenemos la posibilidad de contemplar en sus siete salas. El lujo, en este caso se manifiesta a través de la conexión emocional y espiritual que surge de interactuar con las obras del artista frente a una colección paleontológica que explica el nuevo sentido del valor y la riqueza, cuyo fuego quedó extinguido hace miles de años y hoy se inflama de manera renovada ante nuestros ojos.

Este evento contará con una selección muy consciente de obras que rozan lo incorporal, representa un dilema donde la innovación tecnológica se encuentra con la gracia suprema de la expresión pictórica, transformando cada pintura en un latido del cosmos al unísono entre la obra misma y el espectador. En este reino de los cielos, cada pieza se convierte en una estrellita, y en su conjunto en una galaxia en sí misma, un exuberante tesoro invaluable que enriquece la mirada a la primera impresión y una caricia al alma misma del observador, suscitando suspiros, produciendo reflejos, emociones junto con una sensación de asombro que ruboriza lo visible. Las obras expuestas en la Exposición de Arte «Alas de Oro, de Lujo» no son simplemente para ser apreciadas; son un exhorto a la apertura en una participación, activa, hacia un diálogo profundo entre uno mismo y el cosmos que está aquí en su sincronía con el arte, reconciliando el concepto de lujo con su verdadero sentido, invitando a los espectadores a reconocerse plenamente exuberantes en cada obra. 

En un mundo cuya energía por la tormenta solar se ve elevada en sus temperaturas en dónde el elemento fuego se confunde con lo efímero que a menudo prevalece en nuestra globalidad, la Exposición «Alas de Oro, de Lujo» se propone como un dialogo con el fuego en la eternidad y su testimonio con la pintura, que exalta no sólo como una posibilidad para asomarse a la ventana del universo sino como una exigencia de las capacidades artísticas humanas, y también como una alternativa que tiende puentes hacia el futuro de la expresión creativa. La exposición se convierte así en una cita imprescindible para las luminarias que somos y para quienes deseen tener una aventura más allá del diario acontecer programático, para explorar a través de todo el museo paisajes del ayer en donde lo imposible se hace posible y la belleza, en todas sus formas, toma su aspecto y se celebra como el verdadero lujo de la existencia del ser humano. Es una invitación a redescubrir el lujo en su estado más puro y auténtico, donde la grandeza del arte se revela en su capacidad de tocar el rostro y el corazón del alma y transformar lo ordinario y cotidiano en extraordinario y presente, en una sagrada unión cósmica y exuberante que arda como el fuego y que persista como el ánimo en nuestros corazones por una eternidad.

Que no se diga nunca que al comienzo de ésta nueva era hubo los que se atrevieron a darse el lujo de vivir y amar intensamente, legando un testimonio que quedará grabado en nuestros corazones y los de nuestros hijos y nuestros nietos.